Don
Francisco Ramírez de Madrid , “el artillero”
Y
Doña
Beatriz Galindo, “La Latina”
Parte
II
Convento
de la Concepción Jerónima
(El Goloso, Madrid)
Hace casi tres años hice mi
primer “reportaje histórico” y fueron éstos los primeros personajes que fotografié.
Este convento situado a las
afueras de Madrid, en una desviación de la carretera de Colmenar Viejo,
permanece cerrado al público pero me habían informado que era posible visitar
la Iglesia antes de la celebración de la misa del Domingo. Así que me presenté,
me dieron permiso para tomar fotografías y puedo asegurar que ni un reportero
del National Geographic se hubiera sentido más satisfecho que yo cuando me fui.
Éstos son los monumentos
funerarios que estaban en el primitivo convento de la Concepción Jerónima en
Madrid, y que han acompañado a esta congregación en las diversas casas que han
tenido, hasta su definitiva ubicación actual.
Lo primero que llama la atención es la situación de los dos
cenotafios, seguido uno al otro.
Están realizados en un tipo
de mármol o alabastro algo grisáceo,
decorado con motivos platerescos, y la fecha en uno de los medallones nos da la
fecha de esta obra, 1531.
Doña Beatriz Galindo
aparece ataviada con un hábito religioso y las manos juntas en actitud de oración.
Lo más reseñable de este
monumento es sin duda el medallón en el que aparece esculpida la cara de una
dama que podemos intuir que sea la propia Beatriz de Bobadilla.
Por otra parte Don
Francisco Ramírez de Madrid es representado vistiendo su armadura, sosteniendo
un libro entre sus manos en actitud de lectura y recogimiento.
La armadura que viste no
parece estar cincelada al detalle, da la impresión de tratarse de un ejemplo
bastante genérico del tipo de protecciones corporales que se usaban al principio
del siglo XVI, que seguían aún mucho la influencia de los últimos decenios del
siglo anterior.
El caballero lleva coraza
formada por peto y sobrepeto que parecen casi soldados el uno al otro, presenta
asimismo las características launas de la sobrebarriga, y pendientes de ellas
dos grandes escarcelas.
La cota de malla protege el
cuello, mientras que el faldellín que lleva es de escamas.
Lleva un manto con broche
sobre los hombros, y no parece llevar hombreras.
La talla de los brazos y
codales se ha simplificado, y se aprecian mejor los quijotes de las piernas,
las rodilleras con sus navajas así como las grebas.
Los escarpines para los
pies han perdido ya su forma puntiaguda tan característica del siglo XV y aparecen
ya redondeados.
Cubre su cabeza con un
discreto bonete, y a sus pies aparece un casco historiado típico de las modas
del renacimiento.
La espada pende sobre el
costado izquierdo, se trata de un ejemplo poco significativo, con un pequeño
pomo y arriaz recto.
Las esculturas están bien
realizadas, pero no disponen del realismo que estamos acostumbrados a ver en otras
obras de este tipo, de manera que cuando ves este conjunto es más de admirar la
delicada talla de los cenotafios que la de las figuras representadas.
No obstante, es emocionante verlos allí presentes aún en el Convento que Doña Beatriz fundó, hace ya más de quinientos años.
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